Por María Luz Lechuga – Periodista
Por mucho que tengamos una imaginación prodigiosa, que lo hayamos visto en revistas y en televisión mil veces y que sepamos que Sotogrande es un destino excepcional donde los haya (y con excepcional nos referimos a lujoso, excelente, selecto y a todos los sinónimos que se nos ocurran y que, muy probablemente, repetiremos a lo largo de este artículo hasta la saciedad) , probablemente no seamos capaces de dibujar en nuestra mente algo ni remotamente parecido a este exclusivo enclave.
Porque hablamos de un rincón del sur que, ubicado en el límite entre las provincias de Cádiz y Málaga y camuflado entre el paisaje que flanquea la N-340, lleva nada menos que toda una vida sirviendo de refugio a personalidades influyentes de medio mundo.
Concretando: en Sotogrande se aúnan el máximo lujo y el glamur con algo que todo perfil de este calibre desea para su vida privada: discreción.
Con esta filosofía nació allá por los 60, fruto del azar, el que está considerado el resort privado más selecto de toda Europa. Una larga historia que te resumimos en un par de frases: Joseph McMikking, gran magnate y empresario de origen filipino, quiso invertir en la costa mediterránea con la intención de levantar una elegante urbanización de élite.
Pero si existe una palabra indisociable al nombre de Sotogrande esa es, sin lugar a dudas, polo. La primera cancha de este deporte se construyó aquí en el 65 y, aunque ha llovido muchísimo desde entonces, lo ha hecho con suficiente fuerza como para hacer crecer la afición por este deporte de élite.
El Santa María Polo Club se ha convertido en uno de los clubes más importantes del mundo y en sus canchas se han celebrado hasta 48 ediciones del Torneo Internacional MANSION de Polo. Un evento anual –de los 25 que hay al año–que es ya toda una tradición de las tardes de verano en la zona.