El sábado 18, a las cuatro de la tarde, el calor era agobiante. Una de las tantas “hogueras” que se vivieron en Buenos Aires desde que comenzó marzo, y que en el predio del club de polo La Indiana, en General Rodríguez, se hacía aún más sofocante. En uno de los dos palenques, todo un oasis para protegerse del sol, Clemente “Corcho” Zavaleta (37) se terminaba de calzar las botas. Empuñó el taco y se dirigió al caballo que a pocos metros lo aguardaba. Su cuñado, Robert Strom (31), lo ayudó a subirse. Una postal surrea- lista para quien hace exacta- mente un año, en Palm Beach, protagonizó una accidentada caída con inciertos pronósticos de supervivencia.
Pero la fe mueve montañas, y a nadie se le puede negar el derecho de creer en los milagros. Creyó el polista, creyó su familia, creyó todo el ambiente del polo con sus oraciones y su vigilia perma- nente en el hospital de West
Palm Beach donde, durante meses, “Corcho” jugó el partido más dificil de su vida. Pero sobrevivió. Luchó y le ganó la batalla a una tragedia que parecía inevitable. Salió ade-lante, y como en la Biblia escuchó una voz celestial que le dijo “levántate y anda”. Asi logró recuperarse y reinser-tarse de a poco en la vida co-tidiana, con algunas secuelas que lo obligan a permanentes consultas con kinesiólogos, oftalmólogos y médicos en pos de su rehabilitación.
“Se me viene el 17 y me da un poco de bronca, hay que estar agradecido pero… No porque me tocó, sino por lo que pasé.
“No creo en el destino, pero así es la vida. Y hay que superarlo”.
Días antes de cumplirse un año del accidente que conmovió el mundo del polo, el hiio de la trilliza María Emilia Zavaleta compartía con CARAS sus sensaciones encontradas. “Estoy meta recuperándome, tengo de todo, entrenamiento, polo, kinesiología … Y siempre me gusta agra-decer, es lindo encontrarse con gente que se alegra por mi recuperación y no los conozco.
Lee la nota completa en Revista Caras de esta semana. Escrita por Carlos Cervetto.